Los lugares de paso son una instancia
que rompe con lo cotidiano, la vida civil o la rutina que un sujeto
fija su vida para cumplirla, forjándose para ellos. El servicio
militar obligatorio, psiquiátricos hospitales comunes, la
cárcel son lugares donde nadie quiere estar, pero siempre alguien
cae, y cuando pasa se entra en otros códigos, formas de vivir, otras
costumbres. Regímenes nuevos con nuevas reglas, nuevos compañeros
que con su experiencia te harán sentir novato, con autoridades que
se impondrán como tal, casi siempre con violencia. Este libro
“Máximas de Seguridad” de Jhafis Quintero, se presenta como un
pequeño “Arte de la Guerra” sobre la cárcel y su vida en ella.
El cómo comportarse, qué hacer y acción tomar en situaciones
claves, consejos para la batalla, qué piensa tu enemigo, conocerle
para luego saber qué hacer con él, en espacios cerrados, de pensar
rápido, donde eres tú o él, y con los compañeros de castigos como
jueces en todo momento. Ser el sapo, el de los mandados o ser el tipo
al que no se le jode depende de cómo salgas de la pelea, cómo
marcas tu territorio. Patrones de conducta con los que se gana o
pierde el respeto, única moneda de cambio válida donde el dinero
aparenta no existir.
Este manual, que en sí es más que un
manual, por su calidad literaria y por su razonamiento filosófico,
con los códigos y situaciones propios de la cana. Escrito por Jhafis
Quintero (1973), panameño, pero con su trabajo artístico
desarrollado en Costa Rica, tanto en instalaciones de video,
performances, pintura, aparte de la escritura. Algunos de estos
también relacionados con el régimen penitenciario costarricense. De
ahí su trabajo cercano con los reclusos, no viniendo su interés por
haber sido uno. Dato no menor por la extrapolación y distancia que
puede tomar un sujeto que no padece del trauma ni escribe desde sus
secuelas.
En “Máximas de Seguridad” existe
un hablante que se dirige a un primerizo sobre las pautas que tiene
que seguir para conseguir algo de experiencia en un medio donde se
tiene que aprender rápido y sin cometer errores, en un medio hostil
donde las palabras encierro, soledad, resignación son tal y se
vuelven violencia. Violencia como respuesta a todo en un entorno
donde el amor no existe porque no hay familia ni mujer que pueda
darlo. Entonces aquí este libro es una ayuda grande, a tan punto que
como acción poética (acciones poéticas de verdad) fue repartido en
diferentes penales de Costa Rica.
Otro punto a favor de “Máximas de
Seguridad” es que no cae en el juego fácil de construirlo con un
lenguaje canero local, como por si el autor fuese chileno y
escrito en coa. Algo poco entendible para cualquiera que no lo use y
lo haría demasiado apegado a un territorio, sin posibilidad de
salir, restándose a sí mismo sus posibilidades. El libro se
construye con un castellano claro, directo, con palabras comunes
(como debería de ser todo lo se escriba). Entonces el texto le sirve
tanto al preso de San Miguel de Santiago, al reo de San Pedro en La
Paz, Bolivia, o a cualquier villero gaucho caído en mala suerte.
Pero más allá de entendible y universal en un libro útil para
cualquiera. Así como el ya mencionado “Arte de la Guerra” de Sun
Tzu, guardando las diferencias del caso de la China Antigua, donde
por medio de el combate y estrategias militares enseña a cómo
pensar en la batalla, el conocimiento del enemigo por medio del
estudio y con eso saber cómo atacarlo y defenderse de él, entrega
una sabiduría y filosofía más allá de los códigos marciales,
siendo aplicables hasta nuestros días para cada uno de nosotros en
nuestra vida cotidiana, “Máximas de Seguridad” se comporta
también como un manual de medidas para “conocer a tu enemigo mejor
que a ti mismo” con un conjunto de consejos para “evitarle
molestas e innecesarias complicaciones, le ahorrará mucho tiempo de
aprendizaje, que de otra manera le puede llevar la vida”(pág.2,
introducción), desde el momento cuando ya no hay salida y la cárcel
cae cuando se ve al paco, hasta cuando la palabra Libertad pasa de
ser de un deseo a un estado. Recomendaciones varias como: Observe el
crecimiento de los hijos de sus compañeros durante los años, así
podrá orientarse en el tiempo y el espacio. (pág.28)
Este libro que pasa las 50 páginas
lleva ilustraciones hechas a tinta y un sólo un color acompañando
cada uno de los momentos o consejos que narra. Dibujos toscos como
salidos de un cuaderno de adolecente, adolecente posiblemente preso,
sin más distracción que este mismo cuaderno. Pero ilustraciones
concisas, apropiadas a la narración con la que hace alusión, a
veces explícitas y representativas de la situación, como el
esconder un cuchillo en la pared de la celda, y en otras con
sutileza, como el mostrar sólo una silla vacía refiriéndose a las
visitas que ya no te volverán a ver.
Un libro inteligente por donde se le
mire, sin grandes pretensiones, pero que logra tener un valor
literario y ser útil a la vez. Algo tan difícil para las poéticas
y narrativas actuales que hablan tanta paja sin decir nada. Un gran
acierto de los Libros del Perro Negro y de la organización 81
Razones, creada por los familiares de las víctimas de la masacre de
la cárcel de San Miguel de traer este libro desde Centro América a
sus manos, ya sea usted estando a la sombra o para los que por ahora
dicen estar libres desde el otro lado de la reja.
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